¡Un Neandertal qué nadie vio!

    Uno de los hallazgos más tempranos, notables y, al mismo tiempo, desconocidos de ese periplo científico es la historia del niño de Engis, un hito tan precoz y revolucionario en el conocimiento de los neandertales que la comunidad científica necesitó más de un siglo para reparar en su importancia. La historia de la evolución humana es un puzzle incompleto formado por descubrimientos asombrosos que gradualmente nos develan quiénes somos y de dónde venimos. Pero solucionar ese rompecabezas no requiere sólo encontrar las piezas que faltan, sino también interpretarlas con destreza. Corría el año 1829, apenas 14 años después de la derrota de Napoleón en Waterloo, cuando el médico y naturalista holandés Philippe-Charles Schmerling se hizo con unos cuantos huesos que desencadenarían un viaje hacia el pasado más profundo de la humanidad.

Provenían de una gruta cercana a la ciudad belga de Lieja y parece que se los entregó el director de una cantera cercana.

El médico, que a partir de entonces se dedicaría a estudiar las cuevas de la zona, advirtió que esos restos eran de una antigüedad excepcional que cuestionaba el consenso geológico, que estimaba que la Tierra tenía unos 6.000 años, pese a que hoy sabemos que se le atribuye una edad de 4.550 millones de años. El cráneo, denominado Engis 2, se deshizo en pedazos en las manos de Schmerling. El perspicaz médico describió y difundió ese y otros hallazgos en ensayos con ilustraciones publicados en 1833 y 1834, pero la comunidad científica soslayó su importancia.

Schmerling supo ver que sus fósiles era revolucionariamente antiguos, pero no advirtió hasta qué punto esos huesos de un niño de dos o tres años eran trascendentales: no lo sabía, pero lo que tenía en sus manos era el primer neandertal conocido. El niño de Engis seguía mientras tanto olvidado en un archivo y hubo que esperar a 1936 para redescubrirlo. Fue gracias al paleontólogo belga Charles Fraipont, que se topó con esos restos en la colección de la Universidad de Lieja, reconstruyó el cráneo que se le rompió a Schmerling y lo clasificó de forma concluyente como neandertal, con una edad estimada de unos 40.000 años.

El niño de Engis fue, por tanto, el primer neandertal descubierto por los humanos modernos y también uno de los últimos de su especie, que desapareció hace alrededor de 40.000 probablemente por factores ambientales, por causas demográficas y por la competición con los sapiens. El paleontólogo explica que lo interesante del niño de Engis actualmente es dónde y cómo se encontró: en lo alto de un acantilado en un valle, y enterrado.

"Le dieron sepultura, había una voluntad ritual", dice Otte, quien explica que existen "muchos datos de naturaleza cultural o ritual que acompañan a los neandertales", como "los trofeos de caza, que son bastante frecuentes".

La paleontología ha ido averiguando también que fabricaban herramientas, cocinaban alimentos, usaban plantas medicinales, preparaban conservas, se adornaban con ajuares, pintaban las paredes de sus cuevas y cuidaban a sus enfermos.

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